Hoy, al despertar, emprendí un recorrido por la naturaleza. Me acompañaron el aire fresco de la brisa del viento, la arena húmeda, las olas del mar, el canto de los pájaros y el sol saliendo tímidamente por el horizonte. Esto me hizo entrar en presencia, en una vibración especial. En ese momento descubrí que este camino, que a veces es rutinario, siempre es recreado por el observador que lo recorre, el gran artista que utiliza sus capacidades para desarrollar su día y expandirlo.
La naturaleza es una clara mensajera que se expresa a través de los seres que la habitan. Cada alma aporta su melodía. Esta nutrición que recibimos de la Madre Tierra es simplemente el reflejo de lo que nuestra esencia es, sagrada y bella. Sin embargo, podemos estar emitiendo un sonido que no resuena con el conjunto de la gran obra natural.
Mi alma me recordó que cada pensamiento, emoción y acción tiene un sonido en particular y emite una vibración. Cada nota va creando la melodía de la vida y se van uniendo por resonancia otros seres para conformar una sinfonía colectiva, una trama de frecuencias, un reencuentro creativo.
El acorde que cada alma toque será muy importante para el conjunto, para lograr la armonía de la obra musical. Para ello cada artista tiene el desafío de reconocerse y valorarse. Entonces, su sonido será profundo, armónico y original. Así, la música brotará desde el jardín de su corazón, aportando esa belleza artística del alma, nutriéndose a sí mismo y al conjunto. Cada integrante tiene un instrumento especial, que es importante dentro de la orquesta para lograr la creación final, esa que se compartirá cuando se abra el telón.
¿Cuál es la melodía que estás interpretando en tu vida?
¿Cómo es la sinfonía que estamos creando como humanidad?
Te invitamos a expresar tu sentir y compartir esta nota si te interesó.

Texto: Juampa y Thelma